miércoles, 25 de noviembre de 2009

Las tres solteronas



No eran feas ni viejas, pero tampoco eran jóvenes y guapas. Antaño eran damas apreciadas, con una vida social repleta, pero poco a poco habían perdido el contacto con el mundo, y ahora estaban muy solas. Se habían quedado anticuadas, esperando recibir corteses visitas en sus respectivas casas, con el juego de té preparado, aunque siempre se les quedaba frío, intacto.

Pero esa tarde prometía ser diferente. Esa tarde estaban juntas tomando el té en casa de Prudencia. Silenciosas, esperaban compañía, con los oídos alerta, pero sólo se oía el tic-tac de un reloj rococó dorado que había encima de la chimenea, junto al gato de angora, que dormitaba.

- ¿Cuánto tiempo hacía que no estábamos juntas? - dijo Prudencia.

- No tanto... - respondió Paciencia.

- Es que andamos todas muy ocupadas, es normal... - dijo Comprensión.

El gato pareció enarcar una ceja escéptica. Luego se rascó la ceja con una pata, y siguió durmiendo. Las tres damas callaron durante un largo tiempo, hasta que Comprensión volvió a hablar.

- ¿Y cuándo decíais que vendrán nuestros pretendientes?

- Pronto - respondió Paciencia.

- A lo mejor no vienen - especuló Prudencia.

- Si no vienen, será porque tienen una buena razón para ello, estoy segura. Y en todo caso vendrán otro día - aseveró Comprensión.

- Además, ¿qué prisa tenemos? - dijo Paciencia, encogiéndose de hombros, tomando después un delicado sorbo de su té.

El gato bostezó. Prudencia y Comprensión bajaron la vista y tomaron un sorbo de sus tazas, mecánicamente. El reloj rococó dorado continuó con su tic-tac, disimulando el silencio.


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