Parece que los hipocondriacos siempre hemos existido, como los sátiros o los ludópatas. Pero a todos nos ha cambiado la vida internet. Ahora, los sátiros se pierden en un maravilloso mundo de chats lascivos, webcams y porno sin fin. Los ludópatas no sólo tienen casinos online, sino loterías, apuestas e incluso subastas que en realidad son juego y más juego. ¿Y los hipocondriacos? Cada vez que sospechamos que tenemos algún mal, cada vez que un pequeño síntoma asoma su patezuela por debajo de la puerta, como el lobo que se quería comer a los cabritillos, ahí está google. Un síntoma te lleva a otro, se abre todo un universo de angustia hipocondriaca con variedades que van desde lo psicosomático hasta la palabra maldita que provoca escalofríos en tu espalda.
Lo que antes hacía sólo tu imaginación, ahora tiene el apoyo de internet, donde todo es mentira y todo es verdad al mismo tiempo, y en un par de horas de navegación frenética, estás al borde mismo de la muerte. y Metástasis y Septicemia, ángeles siniestros, llaman silenciosas a tu puerta. Afortunadamente, también existen vademecums online y si la farmacéutica se pone tonta, bondadosos piratas que nos venderán placebos por mail. Que conste que nunca he llegado tan lejos, pero la navegación hipocondriaca... ¿quién no la ha practicado? El mismo que no ha visto nunca porno.
Por cierto, que ya le han puesto nombre a esto: cibercondría. Otra cosa que hacíamos sin saber el nombre.