Ya lo escribió Nabokov en los años 30, en su novela "La defensa", referido a uno de los personajes, Valentinov:
"(..) Encontró un nuevo entretenimiento en los negocios cinematográficos, esos misteriosos negocios astrológicos en los que se leen argumentos y se buscan estrellas. Y una vez introducido en ese mundo de estafadores, cínicos, charlatanes y egocéntricos, con su verborrea sobre la filosofía de la pantalla, el gusto de las masas y la intimidad de la cámara cinematográfica, cuando empezó a obtener magníficos ingresos, desapareció del mundo de Luzhin, lo que para éste representó un alivio, ese extraño alivio que se siente al poner fin a una relación amorosa infeliz. (...)"
Los que conozcan los "negocios cinematográficos" ya saben de qué habla el maestro. La definición del negocio como "astrológico" es de lo más acertada en un campo donde nadie sabe nada pero todos tratan de fingir que saben, hasta llegar incluso a engañarse a sí mismos. Como la tarotista televisiva más granuja que se pueda encontrar. Por eso se cae en la verborrea más burda sobre ética y estética del cine y sobre lo que gusta al público. Verborrea incansable desde hace décadas, a juzgar por este párrafo escrito en 1930.
Poco hay que comentar sobre este fragmento que es puro talento y pura verdad. Menos aún hay que comentar sobre lo que se refiere a la gente que pertenece al negocio. Hace ochenta años ya era así. Se ve que es algo inherente al cine. No hay que darle más vueltas, sólo ser sincero con uno mismo y admitir si se es un estafador, un cínico, un charlatán, un egocéntrico o una combinación de las cuatro anteriores. Hagan su juego, señores.
Por cierto, recomendable novela, como todas las que conozco de Nabokov.
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